Sep 4, 2007

Un domingo sin luz

Salir, caminar por la calle: aventura de osados. La media calle el mejor refugio de los recovecos de la umbra. Pupilas en máxima dilatación caminan haciendo memoria.

Volver. Espacio donde la “civilización” no tiene lugar.

Vela. Oscuridad. Condiciones claras que devienen en romance.

Cada espacio de la ciudad hecho espacio justo de intimidad. Exploración de contornos con los ojos del deseo. Cada farol apagado: espacio propicio. Beso tras beso: visión de rostros encantados en penumbras. Ver no mas allá de lo que se quiere ver.

Que no vuelva la luz. Mañana veré cómo me rasuro, si despertar a tiempo puedo con un reloj alarma dependiente de electricidad. ¿Planchar? Las arrugas de la ropa no tendrán mejor motivo que un domingo sin luz. ¿Televisión? Prescindir de ella para volver al relato de los viejos que se sienten en su época de rostros ámbar donde la chispa encendida es la palabra despabilada epicentro de imaginaciones trastocadas. Regresión a la tradición oral donde Internet y medios electrónicos son tan imposibles como imposible prescindir del encanto de la voz cautivada que vuelve a su época haciendo de su relato última noticia.

Que no vuelva la luz mañana porque los viejos son jóvenes de nuevo. Fantasean con la idea de vivirlo todo otra vez. Porque esto tan probable como que la luz no vuelva nunca. Sus oídos aturdidos de tantas bocinas, sus ojos cegados de tantas imágenes, habían olvidado los placeres del batallar sin luz.

Un domingo sin luz es volver.

Luego… regresó la luz.


Más información: haga memoria que cada lector tendrá su propia historia.