Dec 5, 2004

media hora...

Tengo poco más de treinta minutos para escribir. Voy a pelearme con el teclado; a intentar presionar las teclas “sin ver”; a escribir una y otra palabra cinco veces –hasta que le atine a la tecla que era.

Desde hace días me ha perseguido el deseo de escribir, de llenar de silogismos la pantalla. Tengo ganas y hasta hoy me he decidido. La música que ahora escucho sigue el mismo orden que mi mente: indefinido. De una melodía clásica se mueve a una guitarra alternativa de mediados de los 90’s, de Yann Tiersen a Blur. Bien podría callarme. Pesándolo bien, no tengo mucho que decir. Repensándolo aún más me doy cuenta de que lo único que pretendo es añadir otro texto a los que ya tengo escritos. Considero que todos tienen calidad –estúpido pensamiento, escuálida convicción- que lo único que falta es guardarlos todos y después saliditos derechito a la imprenta.
La mente no da para más. Me rehúso a aceptar que todo se ha dicho. Lo pongo en duda con frecuencia. Me desalienta el que esto pueda ser realmente cierto. Que todo ha sido dicho. Y si bien es cierto que mentes abundan, deambulan con una idea siempre en la cabeza, que cinco mil millones de individuos pueblan, deshacen, desintegran y desgarran este planeta es plausible suponer, pues, que la primer premisa es verdadera: que todo ha sido dicho. Si analizamos el número de individuos que han caminado por el planeta tanto estadística como probabilisticamente, encontraremos, como encontramos el sol en pleno medio día y con cielo despejado, que el tamaño de la población estudiada es de tal peso que suponer lo contrario sería tanto como suponer que la luna se traga al sol, que por eso es de noche y que si ella brilla es de pura indigestión. Ante lo evidente, la cabeza asiente. Sin embargo, se ha de aceptar que bajar la cabeza, sumiso, hace mucho está en desuso. Uno no se traga la palabra dicha como un perro tísico se traga el hueso, migaja mísera, que cae de la boca golosa. Todo en duda. Y si la realidad, el quehacer diario y la existencia misma se han puesto alguna vez en duda, ¿cómo no cuestionar una convicción en boca de otros y que como aire contaminado se dispone inundar el pulmón mismo del espíritu expectante siempre –porque no conoce, porque es voraz, porque no está quieto, porque quiere aturdirse de su propia voz, porque quiere contaminarse, pudrirse, en su mismo aire espeso?

Media hora y ya.

1 comment:

jAz said...

...y yo siempre dudo de todo, poner todo en duda me hace conocer más aquello de lo que dudo, claro a veces la ajetreada vida diaria me deja poco tiempo para dudar de lo que me rodea aunque a veces es esta misma la que despierta mi deseo de seguir dudando...

La duda es uno de los mejores ejercicios de reflexión, y un excelente método de conocimiento, el que nada duda nada sabe, ya lo dijo Aristóteles: "El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona".

...un gusto haber descubierto tu blog, te seguiré leyendo, ¡saludos muchos!